Peso | 0.5 kg |
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Dimensiones | 15 × 2.5 × 23 cm |
2022
Este libro recaba lo que históricamente se ha dicho acerca de la geografía que uno habita, por medio de las voces y la estela de impresiones narrativas que fueron dejando a su paso las mujeres que, desde otras latitudes, decidieron embarcarse en un tour du monde durante un periodo de casi un siglo de navegación: de 1822 a 1915.
Es a partir de estos relatos de viaje que se construye este texto, el que funciona como un solo abanico de diferentes pliegues y distintos coloridos al seleccionar aquellos pasajes referidos a sus pasos por Chile, presentados por orden cronológico, según la fecha de sus itinerarios. A lo largo de estas páginas, las protagonistas nos conducen y muestran aquellos espacios comunes para nuestros oídos —el arribo a los puertos de Arica, Valparaíso, Talcahuano, Lota y Punta Arenas, o su llegada a Santiago, o un simple deambular por calles, plazas, cementerios y mercados; el traslado a los pueblos del interior entre ramales, el cruce de valles, jornadas extenuantes a caballo, sorteando cordilleras y pampas—, para luego retornar al agua y, tras deslumbrarse con los intrincados fiordos de Patagonia, regresar a sus patrias.
Este libro, en resumen, es un tejido que enhebra, en el registro de pluma de cada cual, viajes de distintas épocas y personalidades que, en el envés, denota tanto lo que se esperaba de ellas como lo que ellas querían proyectar de sí mismas a través de este sutil ejercicio de leer las maneras de ser en el mundo del «otro».
Son voces intrépidas, refinadas, contestarias y valientes que, gracias a sus diarios, relatos e impresiones, nos permiten acompañarlas y, desde esa mirada extranjera, adentrarnos en esa condición de ser chilena o chileno en aquella época del forjamiento simbólico de aquello que llamamos nación.
$16.500
Peso | 0.5 kg |
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Dimensiones | 15 × 2.5 × 23 cm |
2022
“Dos caminos había antiguamente para Nahuelhuapi, uno por las lagunas y otro por Vuriloche. Para uno y otro se entra por el estero de Reloncaví, que va al leste tres leguas y después cuatro al norte. Después se va por tierra hasta la laguna de Callbutúe tres leguas, y dos hasta la de Todos los Santos, al norte. Embarcado en Todos los Santos se va costeando la cordillera del leste y se sigue siempre hasta el fin, en donde hay dos ensenadas, una al sur y otra al norte, y en cada una entra un río que tiene el agua blanca. Se va por la del norte y, desembarcado, se pasa una ciénaga. Se sigue la quebrada que va al leste y viene por ella el río Peulla: este se vadea por donde esté más ancho y se reparta en más brazos. Se va costeando el río hasta ponerse frente al derrumbo, en donde se ve al leste una quebrada y por ella baja un río que yo le pasé seis veces. Desde Todos los Santos hasta este río habrá más de cuatro leguas, y desde aquí a Nahuelhuapi habrá poco menos de tres.
El camino de Vuriloche se toma un poco antes de llegar a la laguna de Callbutúe, y se va siguiendo el río Hueñohueño, que baja del SE. Por este iban —según dicen en Chiloé— antiguamente a Nahuelhuapi, y desde aquí a Chile. En el día, aunque se descubra será muy costoso el ponerlo transitable por los muchos derrumbos que han acaecido, los que cuando no lo imposibiliten, a lo menos lo ponen dificultosísimo y trabajosísimo.”
“… habiendo saltado en tierra, vio que la gente que estaba allí eran unos hombres al modo de los españoles pero con el pelo más colorado y los ojos azules y que traían unas espadas muy pequeñas…y que también había mujeres las cuales no traen el traje como las españolas que ha visto, porque traen unos jubones pequeñitos colorados y amarillos y que son también muy pelicoloradas y de ojos azules como los hombres. Y que dicha población tiene una muralla de palos gruesos y que dentro de ella no había más que cuatro casas de paja y que en la muralla de palos había una pieza de artillería que tiene caja de guerra y trompeta y que frente a dicha muralla vio sementera de papas y otras legumbres que no conoció, y que tienen un molino y, habiéndole mostrado uno en esta ciudad, dijo ser como él y que los dichos hombres tienen muchos hombres reducidos de los de aquella isla y que tienen un gobernador que es moro y no es tan rubio como los demás, que trae bastón con casquillos de plata y que en este puerto que está en dicha isla vio un navío que estaba dado fondo y que también en dicho navío vio tocar trompeta a medio día y que oyó disparar la pieza que dicho tiene vio en el fuerte y este declarante y los demás se atemorizaron y trataron luego de venirse a su tierra.”
Estas memorias escritas por el padre Antonio de Reschio compilan los testimonios de decenas de misioneros capuchinos italianos en la Araucanía luego de 52 años de trabajo.
A través de ellas, nos vemos transportados a un lugar, según decir de sus autores, no civilizado, exótico, de una vegetación selvática, de gigantescos árboles; un territorio impenetrable, mas en donde han habitado los mapuche y sus comunidades por siglos, portando sus conocimientos, costumbres y creencias, cosas todas que estos padres buscaban transformar a través de la fe.
Asimismo, casi sin advertirlo, estas memorias dan cuenta del proceso de colonización y usurpación de tierras ancestrales, y de la consecuente transformación, reducción, e incorporación forzada de la sociedad mapuche al proyecto nacional.